Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 6 de diciembre de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 5, 78-79
Tema: Prerrogativa sobre cuál de los dos Cuerpos Colegisladores puede tratar con antelación la cuestión de derechos arancelarios a la introducción de cereales extranjeros en España

Voy a pronunciar muy pocas palabras, y lo hago porque me parece indispensable decir algunas, si el Gobierno ha de cumplir los altos deberes que le están encomendados tratándose de las prerrogativas de uno y otro Cuerpo Colegislador.

A mi entender, no han quedado muy bien paradas las prerrogativas del Senado en labios del Sr. Cánovas del Castillo. Convengo con S.S. en que la prioridad para la discusión de las leyes sobre contribuciones y crédito público corresponde al Congreso; pero no puedo conformarme con que el Senado no tenga las mismas facultades que el Congreso para discutir todas las leyes sobre crédito público y contribuciones. (El Sr. Cánovas del Castillo: Después del Congreso). Pero es que S.S. ha negado al Senado el derecho de discutir esas leyes; y si S.S. declara ahora que no lo ha dicho, yo me alegraré mucho de haber usado de la palabra. (Varios Sres. Diputados de la minoría conservadora: No ha dicho eso. -El Sr. Cánovas del Castillo: No, no). Voy a recordar las palabras de S.S. El Sr. Cánovas del Castillo ha dicho aquí que había algunos Sres. Diputados de gran influencia que negaban al Senado la intervención absoluta en todo lo que fuera presupuestos, y S.S. defendía entonces la teoría de que el Senado tenía atribuciones y facultades para modificar, aumentar o disminuir los gastos, pero no los ingresos. (Rumores). ¿No lo ha dicho S.S.? (Varios Sres. Diputados de la minoría conservadora: No). Pues me alegro de que se haya equivocado, porque todos lo habíamos entendido? (Protestas en los bancos de la minoría conservadora).

(El Sr. Presidente de la Cámara llama al orden a los que interrumpen, pidiendo que contesten cuando llegue su turno. Continúa el Sr. Sagasta).

De cualquier modo resulta, y esto es lo que importa que quede claro aquí, porque no sería bueno mermar en el Congreso prerrogativas que corresponden al otro Cuerpo Colegislador, que no hay más diferencia, en cuanto a las facultades del Congreso y del Senado, sino que el Congreso tiene la prioridad para la discusión de las leyes sobre crédito público y contribuciones, pero gozando el Senado de las mismas facultades que el Congreso respecto de esas mismas leyes.

Y voy a decir más al Sr. Cánovas del Castillo, y es, que la práctica constante, inmemorial, desde que existen los dos Cuerpos Colegisladores, ha entendido que ese precepto constitucional se refiere única y exclusivamente a las leyes presentadas por el Gobierno, pero jamás a las debidas a la iniciativa de los señores Senadores o Diputados. (Aplausos en los bancos de la mayoría).

La iniciativa de los Sres. Senadores es perfectamente igual a la de los Sres. Diputados; y como ésta es la teoría verdadera, como ésta es la práctica reconocida por todos, y como ésta es la jurisprudencia constante desde que coexisten las dos Cámaras, al Gobierno le interesa que en manera alguna pasen inadvertidas y sin protesta aquellas palabras que pudieran mermar en el Congreso las atribuciones, las facultades y las prerrogativas del Senado.

Por lo demás, yo no he de decir nada al Sr. Cánovas del Castillo respecto a la teoría que aquí ha sustentado S.S., confundiendo las prerrogativas y la iniciativa del Sr. Cánovas del Castillo con la iniciativa y las prerrogativas del Congreso, suponiendo que son una misma la personalidad de S.S. y la que constituye la colectividad del Congreso. (El Sr. Cánovas del Castillo: Eso, el Sr. Presidente del Congreso es el que debe decírselo a S.S.). El Sr. Presidente del Congreso no tiene ya nada que decirme, después de lo que todos hemos oído, porque ha manifestado muy claramente que la proposición presentada por S.S. no tiene todavía estado. ¡Cómo que no se puede siquiera hablar aquí de ella! Por esto yo no necesito hacer más que referirme a las palabras del Sr. Presidente, para declarar que esa proposición de S.S. no tiene estado, que no puede discutirse aquí todavía, y que no debe servir para fundar resolución alguna, ni en este Cuerpo Colegislador ni en el otro. Quédese, pues, el Sr. Cánovas del Castillo con su teoría, limitándome yo, por de pronto, a decirle que no aventaja S.S. al Gobierno de S. M. en deseos de atender a las necesidades del país; que el Gobierno de S. M: tiene su pensamiento, tiene sus proyectos de ley preparados, y no ha de ir a la zaga de S.S. ni a la de ningún otro Sr. Diputado en cuestión tan importante para el bienestar de la Nación. (Aplausos en la mayoría).

El Congreso me permitirá que sobre este punto no añada ni una sola palabra más, porque me tiene cohibido, como es natural, la llamada al orden que ha hecho el Sr. Presidente del Congreso al Sr. Cánovas del Castillo cuando en esta materia quiso ocuparse, lo cual he de tener yo muy en consideración para no exponer mi juicio sobre el asunto. Lo único que quiero hacer es observar, que S.S., que ha tenido tanta prisa para presentar una proposición de ley que todavía no tiene estado, está por otra parte influyendo para que mientras se discuta el mensaje en el otro Cuerpo Colegislador no podamos aquí discutir nada. Pues si S.S. cree que mientras en el otro Cuerpo se discute el mensaje, aquí no se puede discutir ningún proyecto de ley, ¿qué prisa tenía S.S. en presentar esa proposición? ¿Para qué? ¿Para qué ponerla sobre la mesa? No había necesidad de nada de lo que ha hecho.

Bien pudo S.S. haber tenido un poco de calma esperando a que el Gobierno, cumpliendo con su deber, trajera sus proyectos a las Cortes.

Por lo demás, al sentir S.S. esa impaciencia injustificada, no puedo creer que haya querido adelantarse al Gobierno de S. M. Una persona como S.S., hombre de Estado eminente, que tan relevantes condiciones de gobierno tiene, no parece natural que en cuestiones de tanta trascendencia, y tratándose de intereses tan complejos y tan múltiples como los que están comprendidos en la proposición de S.S., careciese de la calma necesaria para esperar a saber cuál era el pensamiento del Gobierno. No, la impaciencia de S.S., créamelo sin reserva, no ha podido molestar al Gobierno, porque éste no cree [78] que la ha tenido contra él, sino que la estima como una especie de competencia, de rivalidad o de emulación, que S.S. quiere establecer con algunos de los que fueron antiguos amigos suyos, en lo cual el Gobierno nada tiene que hacer. Entiéndase S.S. con ellos; que lo que es al Gobierno, lo mismo le importa que obtenga S.S. la prioridad, o que la alcancen aquellos sus antiguos amigos, de los cuales es hoy adversario tan declarado. Y no tengo más que decir. (Muy bien. Aplausos en la mayoría). [79]



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